Niños con los mismos miedos que sus padres: ¿es posible no transmitírselos?

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Miedo a las arañas, a los perros, miedo a las aguja, a la oscuridad, a estar solo… Todos somos susceptibles de tener miedos irracionales o fobias y, cuando nos convertimos en padres o madres, comprobamos cómo muchos de esos miedos también los sufren nuestros hijos. ¿Por qué? “Cada persona tiene integrado un sistema de creencias, en el que se incluyen los miedos de cada uno. Es por ello que, aunque sea de forma inconsciente, actuamos en base a dicho sistema y se puede transmitir.”, nos indica Ana de Benito Martínez, psicóloga del Centro de Rehabilitación y Educación Especializada CREE de Madrid.

Los citados son miedos tangibles. Todos reconocemos perfectamente la fobia a los animales o causas concretas y, aunque es casi imposible que los niños no se den cuenta de ese temor en uno de sus progenitores, quizás papá o mamá se cuiden de enfrentarse a determinadas situaciones delante de ellos precisamente para evitar transmitirles el miedo. Pero ¿y qué ocurre con temores que no somos conscientes que tenemos? Esos son, con toda probabilidad, los más limitantes para los niños.

Así limitamos a nuestros hijos con nuestros miedos

“Durante el proceso de maternidad o paternidad, los miedos que más suelen aflorar son los de nuestra propia crianza”. Hemos de tener siempre muy presente que nosotros somos el mayor referente de nuestros hijos, de modo que nuestros comportamientos e incluso, determinadas expresiones que pronunciamos, por muy comunes que sean en la jerga popular, les afectan directamente. “Para los hijos, los padres son el modelo a seguir y por tanto, la forma que tienen de ver el mundo como un entorno seguro o no, muchas veces depende de nuestra propia interpretación”, apunta la psicóloga. “Por ejemplo, si cuando nuestro peque intenta explorar un entorno no conocido y la reacción es de aversión a la exploración, condicionan esa actuación como algo peligroso”. Debemos, por tanto, ser cuidadosos al respecto; “si sustituimos los ‘¡no!’ o ‘cuidado’ y les intentamos explicar o dar otras alternativas, no lo hemos invalidado”.

El motivo es que, aunque no veamos de un día para otro cambios en nuestros niños al respecto, que no les dé miedo subir a un columpio alto de repente, esas palabras, esa actitud les limita. Aquí juega un papel determinante la sobreprotección, que no deja de ser un miedo muchas veces infundado.

Miedos infantiles

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¿Cómo evitar transmitir nuestros miedos a nuestros hijos?

Incluso siendo conscientes no solo de los temores de los que hablábamos al principio (a ciertos animales,a la oscuridad…), sino también de que tenemos con nuestros hijos estas actitudes limitantes, ¿hay algo que podamos hacer para evitar transmitirles nuestros miedos de una u otra forma?

  • Buscar el origen. “El primer paso para poder trabajar en ello es identificar qué te está haciendo actuar así, qué explicación (posiblemente con raíz en la infancia) hay detrás”. Si se trata de miedos conscientes, quizás es el momento de acudir a la orientación a un profesional; si te dan miedo las arañas, seguramente nunca te hayas planteado recibir ayuda psicológica por ello, pero ya sea este o cualquier otro miedo, en el momento en el que compruebes que empieza a limitar tu día a día o el de tus hijos, sería recomendable, al menos, consultarlo. En cualquier caso, para evitar que los niños hereden esos miedos, es fundamental trabajarlo.
  • Comunicación. Un buen ejercicio para evitar acrecentar un problema casi siempre pasa por la comunicación y en este caso también es así. Será de gran ayuda para tus hijos (pero también para ti) hablar de lo que te sucede, del miedo que sientes y del porqué (si es que tiene un origen conocido). Cuando son más pequeños habrá que ser sumamente cuidadoso con la manera en la que se les explica y, si no tienes muy claro cómo hacerlo, de nuevo, recomendamos primero consultar con un profesional que te ayude con tu caso en concreto. Cuando son más mayores, esa conversación les ayudará a entender que es un miedo irracional (incluso les podrás dar tú mismo los argumentos lógicos de por qué es así). En todo caso, hay que hablar con ellos de los miedos “no desde la evitación de estos, sino dotándoles de estrategias de afrontamiento para que el día de mañana también ellos dispongan de las suyas propias”.
  • Que el niño se enfrente al miedo. A partir de aquí, la clave es que el niño o la niña se enfrenten a ese miedo; si a ti te paraliza y no te ves capaz de acompañarle, pide ayuda al otro progenitor o a otro miembro de la familia.
  • Verbalización. Si son ellos los que sienten el miedo, eres tú quien debe tomar las riendas de la situación: “verbalízalo, hazles de espejo y ponle nombre a lo que están sintiendo, siempre validando esta emoción, por supuesto”, aconseja la psicológica Ana de Benito.

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