Primera evidencia de que los abejorros juegan

Charotar Globe Daily

Los científicos crearon una especie de parque de juegos para 45 abejorros comunes (Bombus terrestris). En la “instalación” había una zona con comida y a ella se podía acceder de dos maneras: o bien directamente o bien sorteando unos obstáculos. Los obstáculos eran unas pequeñas bolas de colores fabricadas con madera. Unas bolas se podían mover y otras no.

Sorprendentemente, los abejorros se fueron directos a las bolas, al menos una vez. Cada uno de los abejorros rodó las bolas hasta 117 veces a lo largo del experimento, sin mostrar ninguna preferencia por el color.

La mayor parte de los insectos se quedó en la zona de las bolas “jugando” con ellas, uno o dos días más tarde de haberse alimentado. “Es ciertamente alucinante, a veces divertido, ver a los abejorros mostrar algo parecido a un juego”, dijo Galpayage.

Los abejorros se acercaron a las bolas móviles y las fijas de igual forma, pero una vez se daban cuenta que había unas que rodaban y otras que no, la mayoría de los insectos elegían repetidamente las móviles. “Se acercan y manipulan estos ‘juguetes’ una y otra vez”, explica Galpayage. “Es posible que experimenten algún tipo de estado emocional positivo, aunque sea rudimentario, como hacen otros animales más grandes y mullidos, o no tan mullidos”.

El placer es lo que refuerza nuestras ganas de jugar y al jugar perfeccionamos nuestras habilidades cognitivas y motoras. En el caso de los abejorros, rodar las bolas puede hacer que los insectos sean más diestros a la hora de manejar las flores y extraer el néctar, actividad que van perfeccionando con la experiencia.

En el estudio los investigadores constataron que los abejorros más jóvenes hacían rodar más bolas, justo lo que sucede en los mamíferos de menos edad, que están más predispuestos a jugar.

El equipo de científicos hizo una segunda prueba con otros 42 abejorros a los que entrenó para asociar el rodar de las bolas con una cámara de color. A continuación, se les dio la opción de entrar en dos cámaras vacías de distinto color. Los insectos no podían ver qué había dentro de las cámaras, aun así, eligieron ir a la del color que estaba relacionado con las bolas.

En este segundo experimento, el elegir rodar las bolas no estaba asociado con el acceso a una zona de comida. Tampoco con el apareamiento. Esto demuestra el deseo de jugar en sí mismo.

Para los abejorros, hacer rodar las bolas cumple con los cinco criterios del juego, esto es, se trata de una actividad que no tiene una función inmediata; es voluntaria, espontánea y gratificante por sí sola; difiere de otros comportamientos adaptativos; se repite, pero puede cambiar y solo se produce cuando no hay estrés.

“Sugerimos que el comportamiento observado aquí tiene un valor hedónico real para los abejorros, lo que se suma al creciente conjunto de pruebas de una forma de sensibilidad en estos insectos”, concluyen los investigadores.

Referencia: Hiruni Samadi Galpayage Dona, Cwyn Solvi, Amelia Kowalewska, Kaarle Mäkelä, HaDi MaBouDi, Lars Chittka, 2022. Do bumble bees play?, Animal Behaviour, DOI: https://doi.org/10.1016/j.anbehav.2022.08.013

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